Sobre la entrada del ex Parque Bustamante, se levanta un jardín nativo de romero, maiten
marihuana, pehuen, canelos y quillay. Umbral de limpieza y desidentificación nacional,
abandono de la identidad ciudadana, de las fronteras antropocéntricas y la noción del uno.
Rito tecno chamánico para ser otrx, plantas y hongos mágicos asisten al viajerx para volverse
habitante de la presencia, lo humano pierde sus fronteras y en una horizontalidad pachamamica
deviene árbol, piedra, mujer, fiesta.
Interrumpiendo el descenso por la providencia, los restos desarmados de los antiguos
tajamares improvisan un acceso genital que deviene rito de expiación eclesiástica entre los
los restos de la Parroquia Santos Angeles Custodios. Liberadx de lxs antiguxs diosxs y
creencias, se da acceso al Osario de la vieja patria, donde todos los días se festeja todo lo
que no somos y todo lo que no queremos ser. Baquedanos, Balmacedas, guanacos y sus mártires
son expuestos en toda su decadencia. Un museo donde se arrojan piedras a las exposiciones,
donde los curadores autoconvocados seleccionen las obras en el riguroso acto de arrancarlas
de sus dominios y amontonarlos en una pila de escombros.
30 columnas dibujan el recinto.
29 incendiadas, una por cada vez que ardió la metrópoli criolla.
Una restante, para que sepan que ante cualquier ofensa, el fuego sigue atento.
Sobre la triple quema de los edificios de la Universidad Pedro de Valdivia se levanta el
Umbral Sur. Las ruinas de la fachada de la embajada argentina se desparraman sobre Vicuña
Mackena, y abren paso a un rito de pérdida de la nacionalidad, la cara, el nombre y la
identidad. Los documentos de identificación se queman, la última foto de reconocimiento facial es celebrada como una limpieza, y una capucha deviene en anónimo colectivo a quien se
adentra.
El puente Pío Nono y el Parque Forestal serán ocupado por un extenso campamento de deudores
del capital. En homenaje a los campamentos de los deudores habitacionales del 2009 que
ocuparon el cauce del río, ahora cientos de carpas se multiplican para alojar a los
desamparados, a los sin casa, a los deudores de los créditos de consumo, a los estafados por
el cae, a los jubilados que le deben a las farmacias coludidas, a los endeudados por que sus
tratamientos de salud no estaban incluidos en la cobertura, a los que odian las tarjetas
falabella, ripley, lider, los que no quieren juntar más millas de lan ni kilómetros de copec.
A los que ya no pueden pagar la tarjeta de crédito del banco. Todos, expiados de sus culpas,
a través de la quema comunitaria de las tarjetas plásticas y los pagarés, de los contratos
llenos de letras chicas, de las infinitas listas de dicom que se vuelven polvo.